lunes, 8 de septiembre de 2008

Para empezar...

Un característica común de las precandidaturas al interior de los partidos políticos recae en el supuesto de que quien decide participar como aspirante, encuentra en su personal decisión y parecer el sustento de su candidatura.
El proceso de iniciación de la candidatura es sencillo: un militante decide que él debe de ser el próximo funcionario de elección, organiza una reunión con sus más allegados – obviamente- y entonces tendran dos o tres reuniones para elaborar el “proyecto”; es decir, el orden es candidato, equipo y luego el proyecto, cuando lo correcto y legitimo sería primero la integración de un equipo, posteriormente la eleboración de un proyecto y finalmente la selección del candidato.
Es mejor, cuanto más dificil, conjuntar un equipo plural, que incluya diferentes experiencias y posturas, que reducir el equipo a familiares y amigos, donde toda objetividad es complicada de lograr. Una vez integrado el equipo, la elaboración del proyecto tendra por lógica una adecuada visión que con observancia a los programas, acciones y principios del Partido y de sus Gobiernos se verá completado. Por último, dejar la elección del candidato, que bajo este sencillo esquema se dará de una manera más natural y con más probabilidades de evitar la desintegración del equipo, ya que en caso de que alguien no aceptara la voluntad de la mayoría, se vería considerablemente disminuido pues el trabajo realizado hasta el momento, el proyecto y el equipo, estan ya consolidados en una dirección.
Es deber utilizar esquemas donde, como en el origen, los militantes le pedían a la persona que estimaban con las mejores cualidades que fuera el candidato y no como ahora que el candidato no tiene otra opción que hablar bien de él mismo.
Porque, como bien lo establece un amigo, hay dos dos formas de ganar una elección: con la suma de intereses, empezando por el personal, y con la suma de generosidades. Cada quien define como gana y como pierde.

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