La
Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolvió la destitución inmediata de la
Presidente Municipal de Pedro Escobedo y la consignación ante un juez federal
del dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional, ambos, por
desacato y abuso de autoridad; que no por “omisión administrativa” como lo han
querido hacer creer infructuosamente a partir del hecho.
Al
momento de la resolución, los señalados pretextaron de sobra, sin razones, "justificando"
el no cumplimiento a los requerimientos de la autoridad judicial, incluso
manifestaron - faltando a la verdad- que con el pago quedaba sin efectos la
resolución de la Suprema Corte.
El
tiempo y la verdad jurídica han puesto las cosas en su debido lugar. El
dirigente priista renunció al cargo y la Alcaldesa fue destituida. Se han nombraron
nuevos presidentes en sustitución.
Fue
evidente la renuencia para asimilar y reconocer esta situación inusual en tanto
el gobernador no tomará su decisión final. El partido oficial esperaba la
afirmación del Palacio de la Corregidora para responder al unísono “sus deseos
son órdenes” señor gobernador. El dirigente partidista y la presidenta
municipal desacataron reiteradamente a la autoridad judicial, pero acataron sin
miramientos las determinaciones del gobernador para renovar de inmediato la dirigencia
del PRI estatal; fieles a su estilo, desde la imposición del gobierno, alineando
a los sectores del partido e imponiendo el fallo final del ejecutivo estatal.
Simulando unidad, disimulando el dedazo. Llega al PRI una dirigencia estatal incondicional
al Gobernador, con sus pros, pero también con sus contras, al tiempo.
Este
sismo político evidenció que el Revolucionario Institucional no ha cambiado en
nada, mucho menos se ha democratizado. Sus decisiones internas y la selección
de sus dirigentes y futuros candidatos siguen estando a criterio del gobernante
en turno, y su militancia, permanece sin derechos, peor aún, sin libertades. La
palabra democracia sobra en el PRI, no está en sus genes.
En
contraste, el Partido Acción Nacional acaba de renovar sus estatutos generales
y ha dado el máximo poder de decisión a su militancia, a la democracia viva. Se
dice que nadie puede pedir o exigir lo que no está dispuesto a dar. En el PAN,
en palabras del maestro Carlos Castillo Peraza, nos exigimos democracia a
nosotros mismos y por eso tenemos la conciencia tranquila. El adversario de la
democracia es el PRI y este domingo ha quedado nuevamente demostrado.
Conveniente
es, mostrar lo que muchos callan, lo que todos saben, lo que es inocultable. El PRI y el gobierno
son uno mismo, alineados, sumisos a intereses particulares. Van cuatro años del
PRI en el Gobierno de Querétaro, uno del PRI en la Presidencia de la Republica:
son más los retrocesos que los avances. Quedan en evidencia, con la máxima
claridad, en términos de democracia.
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