lunes, 23 de septiembre de 2013

SOLIDARISMO


Vivimos como Nación momentos difíciles que nos deben convocar a la unidad, al trabajo y a las decisiones. Nos encontramos inmersos en diferencias de proyectos y modelos en temas sustanciales, estamos conmovidos por las lamentables consecuencias ocasionadas por la naturaleza, permanecemos resentidos por las circunstancias económicas que cada día empeoran; por ello, es que debemos encontrar en el solidarismo el punto de partida y de llegada. Apuntaba Don Efraín González Morfín “Ni el individualismo ni el colectivismo de diversos matices, agotan los caminos de transformación de las estructuras políticas y sociales. Frente a tales posiciones de principios, Acción Nacional sostiene el Solidarismo: participación responsable y solidaria de la Persona en la convivencia, y organización de la autoridad y las instituciones para promover y garantizar el orden, el progreso y la paz a la Persona, a la familia y a los grupos sociales.” Es decir, el solidarismo es la vía media, es el punto de equilibrio entre el individualismo y el colectivismo, entre persona y sociedad. A modo de ejemplo, en materia económica, debemos buscar pensar en términos solidaristas para que la actividad particular tenga siempre un componente de bien común y de responsabilidad social.

Y continuaba Don Efraín, “El interés nacional es preminente. Todos los intereses parciales derivan de él o en él concurren. No pueden subsistir ni perfeccionarse los valores humanos personales, si se agota o decae la colectividad; ni ésta puede vivir si se niegan los valores personales. Desde un punto de vista de terminología solidarista, ésta es la perfecta formulación de la Doctrina Solidarista”. De estas reflexiones podemos afirmar que aunque la doctrina no lo es todo, sin doctrina todo es nada. La sociedad debe cohesionarse, particularmente, en torno a principios y valores, nuestro deber con las futuras generaciones nos exige la tarea; pero también, debemos comprometernos con la toma de definiciones estratégicas porque tenemos el compromiso de la acción continua y fecunda para responderle a México.

Ante las complejidades, urge anteponer los claros valores del espíritu para correspondernos. No deben caber las apreciaciones que extreman posiciones hacia el individualismo, que considera que la persona está completa en sí misma, ni del colectivismo que aprecia a la persona tan incompleta que todo lo fundamental dependa de la sociedad. Ninguna de estas dos manifestaciones puede llevarnos al punto moderado que nos permita coincidir y reconciliar las dificultades que estamos atravesando.

Los retos del presente deben asumirse desde una nueva perspectiva. Aquí está la apuesta que debemos hacernos. Transformar y mejorar desde la solidaridad que nos obliga y convoca a la preminencia del bien superior, desde la persona.  

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