Vivimos como Nación momentos difíciles que nos deben convocar
a la unidad, al trabajo y a las decisiones. Nos encontramos inmersos en
diferencias de proyectos y modelos en temas sustanciales, estamos conmovidos
por las lamentables consecuencias ocasionadas por la naturaleza, permanecemos resentidos
por las circunstancias económicas que cada día empeoran; por ello, es que
debemos encontrar en el solidarismo
el punto de partida y de llegada. Apuntaba Don Efraín González Morfín “Ni el
individualismo ni el colectivismo de diversos matices, agotan los caminos de
transformación de las estructuras políticas y sociales. Frente a tales
posiciones de principios, Acción Nacional sostiene el Solidarismo: participación responsable y solidaria de la Persona en
la convivencia, y organización de la autoridad y las instituciones para
promover y garantizar el orden, el progreso y la paz a la Persona, a la familia
y a los grupos sociales.” Es decir, el solidarismo
es la vía media, es el punto de equilibrio entre el individualismo y el
colectivismo, entre persona y sociedad. A modo de ejemplo, en materia económica,
debemos buscar pensar en términos solidaristas
para que la actividad particular tenga siempre un componente de bien común y de
responsabilidad social.
Y continuaba Don Efraín, “El interés nacional es preminente.
Todos los intereses parciales derivan de él o en él concurren. No pueden
subsistir ni perfeccionarse los valores humanos personales, si se agota o decae
la colectividad; ni ésta puede vivir si se niegan los valores personales. Desde
un punto de vista de terminología solidarista,
ésta es la perfecta formulación de la Doctrina Solidarista”. De estas reflexiones podemos afirmar que aunque la
doctrina no lo es todo, sin doctrina todo es nada. La sociedad debe
cohesionarse, particularmente, en torno a principios y valores, nuestro deber
con las futuras generaciones nos exige la tarea; pero también, debemos
comprometernos con la toma de definiciones estratégicas porque tenemos el
compromiso de la acción continua y fecunda para responderle a México.
Ante las complejidades, urge anteponer los claros valores del
espíritu para correspondernos. No deben caber las apreciaciones que extreman
posiciones hacia el individualismo, que considera que la persona está completa
en sí misma, ni del colectivismo que aprecia a la persona tan incompleta que
todo lo fundamental dependa de la sociedad. Ninguna de estas dos
manifestaciones puede llevarnos al punto moderado que nos permita coincidir y
reconciliar las dificultades que estamos atravesando.
Los retos del presente deben asumirse desde una nueva
perspectiva. Aquí está la apuesta que debemos hacernos. Transformar y mejorar
desde la solidaridad que nos obliga y convoca a la preminencia del bien
superior, desde la persona.
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