El PAN es un partido de tradiciones. Acabamos de celebrar la Navidad y
el término de un año del que brotó la renovación permanente del partido por la
cual la derrota nunca nos ha derrotado y la victoria no nos ha envilecido.
Dentro de nuestras tradiciones han de reconocerse los propios
desacuerdos entre los líderes. A ejemplo, Gómez Morin y González Luna nunca se
pusieron de acuerdo en su concepción de Municipio, sin embargo, fue y ha de ser
tradición, la permanente aceptación a pesar de las diferencias.
Pero las tradiciones más fuertes, las que especialmente nunca deben de
ser modificadas, son nuestra tradición democrática donde gana el que convence y
el que más votos suma, aunada a nuestra tradición de entender que lo único
permanente es el bien común y que nosotros solo somos semilla de trigo en el
molino de la historia.
Por supuesto que adaptar al partido a los tiempos que se viven - sin
perder su esencia y su misticismo- también es otra tradición y un verdadero
reto. Por eso estaremos acudiendo en marzo a la Asamblea Nacional
Extraordinaria recordando siempre que nunca podrá ser una tradición, ni en el
PAN, ni en el México que es tierra viva de tradiciones, la permanencia eterna
en el poder.
Hoy debemos estar construyendo la tradición del mañana porque vivir
eternamente en el pasado es opacar el presente y quejarse permanentemente del
presente es opacar el futuro. Por eso hoy tenemos que entender que en lo más
profundo de nuestras fortalezas están nuestras debilidades y en lo más hondo de
nuestras debilidades están nuestras fortalezas.
A los panistas nos ha tocado vivir un momento determinante para la vida
de Acción Nacional y ello exige compromiso, y si me lo permiten, atrevimiento.
Más que solo un año de lecciones, hoy termina un año de decisiones que
nos guiarán a tener transformaciones profundas. Decisiones como el refrendo,
actualización y depuración del padrón, la reforma de estatutos para transformar
nuestros procesos de selección de candidatos, de dirigencias, de afiliación, de
participación y permanencia de nuestros militantes, de disciplina interna y
decisiones para integrar nuevos modelos de formación, de gobierno, de
vinculación con los ciudadanos.
Luego entonces, la actitud que necesitamos es para mirar el futuro desde
nuestras convicciones.
Es cierto, no vamos a lograr las reformas que proponemos si no se da una
reforma personal primero. Por ello, es tiempo de voluntades animadas por la
esperanza. Porque, en palabras de la politóloga Denise Dresser, el credo de los
pesimistas produce la parálisis y engendra el cinismo. El pesimismo es la
cobija confortable de los que no mueven un debo debajo de ella. Tenemos que
optar por el optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la inteligencia.
El optimismo perpetuo que se convierte en multiplicador.
Retos hay y talento sobra para emprender la ruta de innovar,
transformar, modernizar y porque no, retar. Con los mismos principios, pero con
mejores herramientas, con nuevos ánimos, con generosidad y sobre todo con
mucha, pero mucha humildad.
Reciba cada amable lector un abrazo sincero que llegue hasta sus
familias y sus seres queridos. Que todos hayan pasado una muy feliz Navidad y
que los frutos del año que entra sean consecuencia del deber cumplido.
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